Más de 500 millones de habitantes viven hoy en la Unión Europea , la
segunda democracia más extensa el mundo. Ciudadanos y ciudadanas, todos ellos,
que deben constituir el centro, el objetivo principal, de las políticas
comunitarias, y su bienestar y la mejora de sus condiciones de vida las
preocupaciones de los distintos gobiernos europeos. No obstante, aún no existe
conciencia de ciudadanía común, de nacionalidad europea, mucho se ha hablado a
lo largo del siglo pasado del sentimiento europeo, del sentimiento de
pertenencia a una entidad supranacional que se sitúe por encima de nuestros
sentimientos nacionales o regionales, la formación y consolidación de ese
sentimiento puede fortalecerse si los ciudadanos y ciudadanas ven claramente, y
en su día a día, los beneficios que les reporta el pertenecer a esta gran unión
de países.
Los Estados europeos son relativamente pequeños, si los comparamos
con los de otros continentes, por lo que su peso específico a nivel
internacional puede resultar modesto pese a su estabilidad económica y
política, por lo que la
Unión Europea actúa como una forma de sumar fuerzas a nivel
mundial, esto puede parecer una salida práctica, pragmática, se busca equiparar
al viejo continente con los grandes Estados actuales, crear un mercado amplio,
pero la base es también cultural: los europeos compartimos unos mismos valores,
problemas similares y en cierto modo un pasado común. No han faltado los
analistas, historiadores, intelectuales, que han considerado que una guerra
entre europeos es una guerra civil, al margen de que toda guerra es de por sí
una lucha fraticida. De hecho, el deseo pacifista y el espíritu de concordia,
el evitar que se repitan conflictos en Europa como lo fueron las dos guerras
mundiales, tuvo una carga simbólica, teórica, pero también práctica en la
creación de la Unión Europea.
Hoy, lo aceptemos con resignación o con entusiasmo, el proceso de
globalización parece imparable, una globalización económica (se camina hacia un
mercado mundial), cultural (extensión de una misma forma de vida, quizá la
vertiente más peligrosa de esta globalización) e incluso diplomática e
institucional (que es positiva sólo si tiende a fomentar las relaciones
pacíficas entre naciones) que a veces parece haber olvidado su vertiente
también social: globalizar el bienestar de la población mundial, extender las
políticas sociales y el Estado del bienestar de los países que ya gozan de ello
a los que aún no. En este aspecto, la Unión Europea podría ser un modelo a seguir,
podría marcar la pauta, puesto que desde su creación en 1949 ha conseguido logros
inigualables, y un nivel de democracia y Estado del bienestar para su
ciudadanía desconocidos hasta el momento.