Sr.
Presidente, Señoras y señores diputados al Parlamento Europeo,
Hace un año
comparecí ante ustedes para decirles que el Estado de nuestra Unión no era
bueno. Les dije que no hay suficiente Europa en esta Unión y que no hay
suficiente unión en esta Unión.
Hoy no me
presento ante ustedes para decirles que todo va bien. No, no va bien. Seamos
todos muy honestos en nuestro diagnóstico. Nuestra Unión Europea se encuentra,
al menos en parte, en una crisis existencial. A lo largo del verano, he
escuchado con atención a miembros de este Parlamento, a representantes de
gobiernos, a muchos parlamentarios nacionales y a europeos de a pie que
compartieron sus reflexiones conmigo. He sido testigo de varias décadas de
integración europea en las que hubo muchos momentos positivos, aunque también
atravesamos tiempos difíciles y periodos de crisis. Pero nunca antes había
visto que hubiera tan pocas cosas en común entre nuestros Estados miembros, tan
pocos ámbitos en los que acuerden trabajar juntos. Nunca antes había escuchado
a tantos dirigentes hablar exclusivamente sobre sus problemas domésticos y
mencionar a Europa, si lo hacen, solo de pasada. Nunca antes había visto a
representantes de las instituciones de la
UE fijar prioridades tan diferentes, en ocasiones
diametralmente opuestas, a las establecidas por los gobiernos y parlamentos
nacionales. Es como si ya casi no hubiera intersección alguna entre la UE y sus capitales nacionales.
Nunca antes había visto unos gobiernos nacionales tan debilitados por las
fuerzas populistas y paralizados ante el riesgo de salir derrotados en las
siguientes elecciones. Nunca antes había visto tanta fragmentación, tan pocas
cosas en común en nuestra Unión. Ahora tenemos que hacer una elección muy
importante. ¿Nos dejamos arrastrar por un sentimiento muy natural de
frustración? ¿Nos dejamos llevar hacia una depresión colectiva? ¿Queremos dejar
que nuestra Unión se desintegre ante nuestros propios ojos? O decimos: ¿No es
este el momento de levantarnos? ¿No es este el momento de remangarnos y
duplicar o triplicar nuestros esfuerzos? ¿No es este el momento en el que
Europa necesita de un liderazgo más decidido que nunca, en lugar de ver a los
políticos abandonando el barco?
Nuestras
reflexiones sobre el Estado de la Unión deben comenzar con sentido de realismo y gran
honestidad. En primer lugar, hemos de reconocer que tenemos un montón de
problemas sin resolver en Europa. No puede haber dudas al respecto. Desde el
elevado desempleo y las desigualdades sociales a las montañas de deuda pública,
pasando por los enormes desafíos que plantea la integración de los refugiados y
las muy reales amenazas a nuestra seguridad interior y exterior, todos y cada
uno de los Estados miembros de Europa se han visto afectados por las crisis que
se han sucedido sin interrupción. Hasta estamos ante la triste perspectiva de
que uno de nuestros miembros abandone nuestras filas.
En segundo
lugar, debemos de ser conscientes de que el mundo nos observa. Acabo de
regresar de la reunión del G20 en China. Europa ocupa siete puestos en torno a
la mesa de este importante encuentro mundial. A pesar de nuestra nutrida
presencia, hubo preguntas a las que no pudimos dar una respuesta en común.
¿Seguirá siendo Europa capaz de celebrar acuerdos comerciales y elaborar normas
económicas, sociales y medioambientales para el mundo? ¿Conseguirá, por fin,
Europa que se recupere su economía o se quedará estancada con escaso
crecimiento y baja inflación durante la siguiente década? ¿Seguirá Europa
liderando el mundo en la lucha por los derechos humanos y los valores
fundamentales? ¿Hablará Europa con una sola voz cuando esté en juego la
integridad territorial, en violación del Derecho internacional? O ¿desaparecerá
de la escena internacional y dejará que otros conformen el mundo? Aunque estoy
convencido de que ustedes en esta Cámara tienen clarísimas las respuestas a
estas preguntas, es preciso que nuestras palabras vayan seguidas de una acción
conjunta. De lo contrario, no serán más que eso: palabras. Y solo con palabras
no se puede influir en los asuntos internacionales.
En tercer
lugar, hemos de reconocer que no podemos resolver todos nuestros problemas con
otro discurso o con otra cumbre más. No estamos en los Estados Unidos de
América donde el Presidente pronuncia el discurso sobre el Estado de la Unión ante ambas
cámaras y millones de ciudadanos siguen con atención cada palabra en directo
por televisión. Frente a ello, nuestro momento "Estado de la Unión" aquí en Europa muestra bien a las claras el
carácter incompleto de nuestra Unión. Hoy estoy hablando ante el Parlamento
Europeo y este viernes me reuniré con los líderes nacionales en Bratislava. Por ello, mi
discurso no puede limitarse a recabar su aplauso, ignorando lo que los
dirigentes nacionales tengan que decir el viernes. Tampoco puedo acudir a
Bratislava con un mensaje distinto al que les transmito ahora. He de tener en
cuenta los dos niveles de democracia de nuestra Unión, ambos igualmente
importantes. No somos los Estados Unidos de Europa. Nuestra Unión Europea es
mucho más compleja. Ignorar esta complejidad sería un error que nos llevaría a
adoptar soluciones equivocadas. Europa solo puede funcionar si los discursos en
apoyo de nuestro proyecto común no solo se pronuncian en esta Cámara sino
también en los parlamentos de todos nuestros Estados miembros. Europa solo
puede funcionar si todos trabajamos por la unidad, si mancomunamos nuestros
esfuerzos y olvidamos la rivalidad entre competencias e instituciones. Solo
entonces Europa será más que la suma de sus componentes. Y solo entonces podrá
ser más fuerte y mejor de lo que es actualmente. Solo entonces los líderes de
las instituciones de la UE
y los gobiernos nacionales serán capaces de recuperar la confianza de nuestros
ciudadanos en el proyecto común europeo. Y es que los europeos están cansados
de las interminables polémicas, disputas y querellas. Los ciudadanos de Europa
quieren soluciones concretas a los problemas importantes que asedian a la Unión. Quieren algo
más que promesas, resoluciones y conclusiones de cumbres. De todo eso ya han
visto y oído demasiado. Los europeos quieren decisiones comunes que vayan
seguidas de una implementación rápida y eficiente. Es evidente que necesitamos
una visión a largo plazo. La
Comisión esbozará en un Libro Blanco esa visión para el
futuro en marzo de 2017, coincidiendo con el 60º aniversario de los Tratados de
Roma. Trataremos de reforzar y reformar nuestra Unión Económica y Monetaria. Y
también tomaremos en consideración los desafíos políticos y democráticos a los
que nuestra Unión de 27 se enfrentará en el futuro. Y, por supuesto, el
Parlamento Europeo participará activamente en el proceso, como lo harán los
parlamentos nacionales. Sin embargo, no bastará con esbozar una visión de
futuro. Lo que nuestros ciudadanos realmente necesitan es que alguien gobierne,
que alguien responda a los graves problemas de nuestro tiempo. Europa es una
cuerda trenzada con muchos hilos que solo funciona si todos tiramos en la misma
dirección: instituciones de la UE ,
gobiernos nacionales y parlamentos nacionales. Tenemos que volver a demostrar
que es posible, que podemos hacerlo en una serie de ámbitos seleccionados en
los que son más urgentes las soluciones comunes. Por ello, propongo adoptar una
agenda positiva de iniciativas europeas concretas para los próximos doce meses.
Estoy convencido de que los próximos doce meses van a ser decisivos si deseamos
recomponer nuestra Unión. Si queremos superar las trágicas divisiones que se
han abierto en estos últimos meses entre el Este y el Oeste. Si queremos
demostrar que podemos adoptar decisiones con rapidez y eficiencia sobre las
cuestiones realmente importantes. Si queremos mostrar al mundo que Europa sigue
siendo una fuerza capaz de actuar conjuntamente. Tenemos que ponernos manos a
la obra. Esta misma mañana he enviado una carta con este mensaje al presidente
Schulz y al primer ministro Fico. En los próximos doce meses tenemos que
avanzar hacia una Europa mejor: una Europa que proteja, una Europa que preserve
el modo de vida europeo, una Europa que empodere a nuestros ciudadanos, una
Europa que vele por su seguridad interna y externa, y una Europa que asuma sus
responsabilidades. Una Europa que preserve nuestro modo de vida. Estoy
convencido de que el modo de vida europeo merece la pena ser preservado.
Tengo la
impresión de que muchos parecen haber olvidado qué significa ser europeo. Qué
implica formar parte de esta Unión de europeos; qué comparte el agricultor de
Lituania con la madre soltera de Zagreb, la enfermera de La Valleta o el estudiante de
Maastricht. Recordemos por qué las naciones de Europa decidieron trabajar
juntas. Por qué, el 1 de mayo de 2004, una multitud celebró la solidaridad en
las calles de Varsovia. Por qué la bandera europea ondeaba con orgullo en la
madrileña Puerta del Sol el 1 de enero de 1986. Recordemos también que Europa
es un catalizador que puede contribuir a lograr la unificación de Chipre,
proceso en el que ambos líderes de Chipre cuentan con mi apoyo. Ante todo,
Europa significa paz. No es casualidad que el periodo de paz más prolongado de
la historia de Europa comenzara con la formación de las Comunidades Europeas.
Setenta años de paz duradera en Europa, en un mundo en el que 40 conflictos
armados activos se cobran cada año las vidas de 170 000 personas. Por supuesto,
seguimos teniendo nuestras diferencias. Claro que a menudo surgen controversias
entre nosotros. A veces nos enfrentamos. Pero lo hacemos con palabras y
solventamos nuestros conflictos en torno a una mesa, no en trincheras. Una
parte consustancial de nuestro modo de vida europeo la constituyen nuestros
valores. Los valores de la libertad, la democracia y el Estado de Derecho.
Valores por los que se ha luchado en el campo de batalla y en el campo
dialéctico. Los europeos no podemos aceptar que se acose, se apalee o incluso
se asesine a trabajadores polacos en las calles de Harlow. La libre circulación
de trabajadores es un valor común tan europeo como la lucha contra la
discriminación y el racismo. Los europeos estamos firmemente en contra de la
pena de muerte porque creemos en el valor de la vida humana y lo respetamos.
Los europeos creemos también en sistemas judiciales independientes y efectivos.
Unos tribunales independientes que garanticen el control sobre gobiernos,
empresas y personas. Unos sistemas judiciales efectivos que contribuyan al
crecimiento económico y defiendan los derechos fundamentales. Esta es la razón
por la que Europa promueve y defiende el Estado de Derecho. Ser europeo también
significa mantener una actitud abierta y comerciar con nuestros vecinos, en
lugar de declararles la guerra.
Significa ser
el primer bloque comercial del mundo, que mantiene o está negociando acuerdos
comerciales con más de 140 socios de todo el orbe. Quien dice comercio dice
empleo: por cada 1 000 millones de euros que se obtienen de las exportaciones,
se crean 14 000 empleos adicionales en la UE. Más de 30 millones de puestos de trabajo, uno
de cada siete en la UE ,
dependen ahora de las exportaciones al resto del mundo. Esta es la razón por la
que Europa está tratando de abrir mercados con Canadá, uno de nuestros socios
más cercanos con el que compartimos intereses, valores, el respeto por el
Estado de Derecho y una misma visión de la diversidad cultural. El Acuerdo
comercial UE-Canadá es el mejor y más progresivo de los celebrados hasta la
fecha por la UE.
Trabajaré con ustedes y con todos los Estados miembros para
que este acuerdo pueda ser ratificado lo antes posible. Ser europeo conlleva el
derecho a que nuestros datos personales estén protegidos por estrictas leyes
europeas. Porque los europeos no deseamos que unos drones sobrevuelen nuestras
cabezas registrando todos nuestros movimientos, ni que las empresas registren
cada vez que hacemos click en nuestro ordenador. Por este motivo, en mayo de
este año, el Parlamento, el Consejo y la Comisión aprobaron un reglamento de protección de
datos. Es esta una norma común europea que se aplica a las empresas con
independencia de dónde tengan su sede y cuándo traten sus datos. En Europa,
valoramos la intimidad: es una cuestión de dignidad humana. Ser europeo también
significa formar parte de un marco equitativo. Ello implica que los
trabajadores deben percibir la misma retribución por el mismo trabajo en el
mismo lugar. Es una cuestión de justicia social. Esta es la razón por la que la Comisión respalda nuestra
propuesta de Directiva sobre desplazamiento de trabajadores. El mercado
interior no es un lugar en el que se puede explotar o aplicar normas sociales
más laxas a los trabajadores del Este de Europa. Europa no es el Salvaje Oeste
sino una economía social de mercado. Por marco equitativo también se entiende
que en Europa se protege a los consumidores frente a los cárteles y los abusos
de posición dominante de las empresas. Entendemos que cualquier empresa, grande
o pequeña, está obligada a pagar sus impuestos allí donde obtenga sus
beneficios. Esta afirmación también vale para Apple, aunque su valor de mercado
sea mayor que el PIB de 165 países del mundo. En Europa no aceptamos que se
ofrezca a las empresas más poderosas acuerdos secretos para el pago de
impuestos. El nivel de tributación en un país como Irlanda no es de nuestra
incumbencia. Si bien a Irlanda le asiste el derecho soberano de establecer la
fiscalidad que estime oportuna, no es justo que una empresa pueda evadir el
pago de impuestos que podrían destinarse a familias, empresas, hospitales y
escuelas del país. La
Comisión supervisa esta equidad. Es la vertiente social de la
normativa de competencia y es la idea que defiende Europa. Ser europeo también
implica compartir una cultura que protege a nuestros trabajadores y nuestras
industrias en un mundo cada vez más globalizado. Como sucede a los miles de
trabajadores que pueden perder su empleo en la localidad belga de Gosselies,
gracias a la legislación de la UE
la empresa deberá ahora entablar un verdadero diálogo social. Además, los
trabajadores y las autoridades locales pueden contar con la solidaridad europea
y la ayuda de los fondos de la
UE. Ser europeo también significa defender nuestro sector
siderúrgico. Aunque ya disponemos de 37 medidas anti-dumping y anti-subvención
para proteger a nuestro sector siderúrgico de la competencia desleal, tenemos
que adoptar más medidas, pues el exceso de producción en algunas partes del
mundo está provocando la quiebra de los productores europeos. Por eso, para
abordar esta cuestión del exceso de capacidad, ya he visitado China dos veces
este año. Esta es también la razón de que la Comisión haya propuesto
modificar la regla del derecho inferior. Los Estados Unidos imponen un arancel
del 265 % a la importación de acero procedente de China, mientras que aquí en
Europa algunos gobiernos han insistido durante años en que redujéramos los
aranceles aplicables al acero chino. Insto a todos los Estados miembros y a
este Parlamento a que respalden a la Comisión a la hora de reforzar sus instrumentos
de defensa comercial. No debemos ser unos defensores ingenuos del libre
comercio, sino que hemos de ser capaces de responder al dumping con la misma
firmeza con que la que actúan los Estados Unidos.
Una parte
esencial de nuestro modo de vida europeo que deseo preservar es nuestro sector
agrícola. La Comisión
siempre estará al lado de nuestros agricultores y ganaderos, especialmente
cuando atraviesen momentos difíciles, como sucede en la actualidad. El año
pasado, el sector lácteo sufrió una prohibición impuesta por Rusia por lo que la Comisión movilizó 1 000
millones de euros en apoyo de los productores de leche para que pudieran
sobreponerse a esta crisis. No aceptaré que la leche sea más barata que el
agua.
Para la
mayoría de nosotros, ser europeo significa compartir el euro. Durante la crisis
financiera mundial, el euro se mantuvo fuerte y nos protegió frente a una
inestabilidad aún mayor. El euro es una moneda de referencia a nivel mundial y
aporta enormes beneficios económicos que en ocasiones pasan desapercibidos.
Este año los países de la zona del euro se han ahorrado 50 000 millones de
euros en concepto de pago de intereses gracias a la política monetaria del
Banco Central Europeo. Cuantía extra que nuestros ministros de Hacienda pueden
y deben invertir en la economía. Mario Draghi preserva la estabilidad de
nuestra moneda y con ello está contribuyendo en mayor medida al crecimiento y la
creación de empleo que muchos de nuestros Estados miembros. Si bien es cierto
que los europeos hemos atravesado una crisis financiera y de deuda histórica,
no lo es menos que, aunque los déficits públicos se situaron en el 6,3 % de
media en la zona del euro en 2009, hoy están por debajo del 2 %. A lo largo de
los tres últimos años, casi 8 millones de personas encontraron trabajo. Más de
1 000 000 solo en España, un país que sigue recuperándose de manera
sorprendente de la crisis. Ojala todo esto se recordara con mayor frecuencia en
Europa cada vez que los políticos electos toman la palabra.
En nuestra
Unión incompleta, ningún liderazgo europeo puede sustituir al liderazgo
nacional. Las naciones europeas deben defender la causa de la unidad. Nadie
puede hacerlo en su lugar. Está en su mano. Podemos mantenernos unidos aunque
seamos diversos. Las grandes naciones democráticas de Europa no deben dejarse
doblegar por los vientos del populismo. Europa no debe acobardarse ante el
terrorismo. Por el contrario, los Estados miembros deben construir una Europa
protectora y, nosotros, las instituciones europeas, hemos de contribuir a hacer
realidad esta promesa. UNA EUROPA QUE EMPODERE A LOS CIUDADANOS. La Unión Europea no
solo debe preservar nuestro modo de vida europeo, sino también empoderar a
quienes vivan conforme a él. Necesitamos trabajar por una Europa que empodere a
nuestros ciudadanos y potencie nuestra economía, que viven ya en la era
digital.
Las
tecnologías y las comunicaciones digitales penetran en cada aspecto de la vida.
No necesitan más que acceso a internet de alta velocidad. Tenemos que estar
conectados. Nuestra economía lo necesita. Los ciudadanos, también. Y tenemos
que invertir en esta conectividad ahora. Por esta razón, la Comisión propone hoy que
se reformen los mercados europeos de telecomunicaciones. Queremos crear un
marco legal que atraiga y permita realizar inversiones en conectividad. Las
empresas deben ser capaces de planificar sus inversiones en Europa para los
próximos veinte años porque, si invertimos en nuevos servicios y redes, ello
conllevaría la creación de 1,3 millones de puestos de trabajo en la próxima
década. La conectividad debe beneficiar a todo el mundo. Por ello, la Comisión propone el
despliegue masivo de la tecnología 5G, la quinta generación de sistemas de
comunicación móvil, en toda la Unión Europea de aquí a 2025. Esta
iniciativa encierra potencial para crear otros dos millones de empleos en la UE. Que todo el mundo
pueda beneficiarse de la conectividad implica que no debe importar ni dónde
vives ni cuanto ganas. Así pues, hoy proponemos dotar a cada pueblo y cada
ciudad de Europa de acceso inalámbrico gratuito a internet en torno a los
principales centros de la vida pública de aquí a 2020.
A medida que
el mundo se digitaliza, también tenemos que empoderar a nuestros artistas y
creadores y proteger sus obras. Artistas y creadores son nuestras joyas de la
corona. La creación de contenidos no es una afición o pasatiempo. Es una
profesión y forma parte de nuestra cultura europea. Deseo que los periodistas,
editores y autores reciban una retribución justa por su trabajo, tanto si se
realiza en estudios o en el salón de casa, si se difunde en línea como si no,
si se publica mediante copiadora o introduciendo un hipervínculo en la web. La
revisión de la normativa europea de derechos de autor que proponemos hoy está
orientada precisamente a eso.
Potenciar la
economía significa invertir no solo en conectividad, sino también en creación
de empleo. Es por ello que Europa debe invertir de manera decidida en su
juventud, en sus demandantes de empleo, en las empresas emergentes. El Plan de
Inversiones para Europa, dotado con 315.000 millones y adoptado aquí en esta
Cámara hace tan solo 12 meses, ya ha captado 116.000 millones de inversiones,
desde Letonia hasta Luxemburgo, en su primer año de funcionamiento. Se le han
concedido préstamos a más de 200.000 pymes y empresas emergentes de toda
Europa, y más de 100.000 personas han conseguido un nuevo empleo. Y todo ello
gracias al nuevo Fondo Europeo para Inversiones Estratégicas que yo propuse, mi
Comisión desarrolló y sus Señorías apoyaron y adoptaron aquí en el Parlamento
Europeo en tiempo récord. Y ahora vamos a dar un paso más. Hoy proponemos
duplicar tanto el período de vigencia del Fondo como su capacidad financiera.
Con su apoyo, lograremos que el Fondo facilite un total de al menos 500.000
millones (medio billón) de inversiones hasta 2020. Y seguiremos trabajando para
alcanzar los 630.000 millones de euros hasta el año 2022. Por supuesto, con la
contribución de los Estados miembros, podremos lograr el objetivo aún más
rápidamente. Junto con estos esfuerzos para atraer la inversión privada,
también tenemos que crear el entorno adecuado para dicha inversión. Los bancos
europeos se encuentran en una situación mucho mejor que hace dos años, gracias
a nuestros esfuerzos comunes europeos. Europa necesita a sus bancos. Pero una
economía dependiente casi por completo del crédito bancario es perjudicial para
la estabilidad financiera. También es perjudicial para las actividades
económicas, tal y como se ha visto durante la crisis financiera. Por eso es
urgente que redoblemos nuestros esfuerzos para la consecución de la Unión de Mercados de Capitales. La Comisión les presenta hoy
una hoja de ruta concreta. La Unión de Mercados de Capitales hará nuestro sistema financiero más resilente. Hará que las
empresas dispongan de un acceso más simplificado y diversificado a la
financiación. Imagínense una empresa emergente finlandesa que no puede
conseguir un préstamo bancario. Actualmente, las opciones son muy limitadas. La Unión de Mercado de Capitales proporcionará fuentes vitales de financiación alternativa para ayudar a las empresas emergentes en sus inicios: inversiones providenciales ("business angels"), capital riesgo o financiación de mercado. Por mencionar
un ejemplo: hace casi un año, pusimos sobre la mesa una propuesta que
facilitará a los bancos la concesión de préstamos. Supone la posibilidad de
liberar casi 100.000 millones de euros de financiación adicional para las
empresas de la UE ,
así que conviene que aceleremos su adopción. Nuestro Plan Europeo de
Inversiones ha funcionado mejor de lo que nadie había esperado en Europa, y
ahora vamos a ampliarlo a nivel global, tal y como muchos de ustedes y muchos
Estados miembros han pedido.
Hoy ponemos en
marcha un ambicioso Plan de Inversiones para África y los países de nuestra
vecindad que tiene un potencial de captar 44.000 millones de euros en
inversiones, que pueden incrementarse hasta 88.000 millones si los Estados
miembros colaboran. El planteamiento es el mismo que ha funcionado bien
respecto del plan de inversiones interiores: utilizaremos fondos públicos como
garantía para atraer la inversión pública y privada para crear puestos de
trabajo reales. Todo ello servirá de complemento a nuestra ayuda al desarrollo
y ayudará a hacer frente a una de las causas profundas de la migración. Dado
que el crecimiento económico en los países en desarrollo se encuentra en sus
niveles más bajos desde 2003, esto es crucial. El nuevo plan servirá de
salvavidas para quienes, de otro modo, se verían obligados a emprender un
peligroso viaje en busca de una vida mejor. No solo debemos invertir en la
mejora de las condiciones en el extranjero, sino también en la respuesta a las crisis
humanitarias en nuestro territorio.
Eso mismo
estamos haciendo con los programas Erasmus, de los que ya se han beneficiado
cinco millones de estudiantes. Los jóvenes se desplazan, viajan, trabajan,
estudian y se forman en todos los países de Europa gracias al programa Erasmus.
Y uno de cada tres jóvenes estudiantes de Erasmus Plus recibe ofertas de empleo
de la empresa en la que se ha formado.
Aún podemos
hacer más. En Europa hay muchos jóvenes con inquietudes sociales dispuestos a
realizar una contribución significativa a la sociedad y a mostrar su
solidaridad. Podemos crear oportunidades para que así lo hagan. La solidaridad
es el elemento aglutinante que mantiene unida a nuestra Unión La palabra
«solidaridad» aparece en 16 ocasiones en los Tratados que todos nuestros
Estados miembros han suscrito y ratificado. Nuestro presupuesto europeo es la
prueba viva de la solidaridad financiera. Existe una solidaridad impresionante
cuando se trata de aplicar conjuntamente sanciones europeas cuando Rusia viola
el Derecho internacional. El euro es una expresión de solidaridad. Nuestra
política de desarrollo es una sólida muestra exterior de solidaridad. Y cuando
se trata de gestionar la crisis de los refugiados, hemos comenzado a percibir
la solidaridad. Estoy convencido de que se necesita mucha más solidaridad. Pero
también sé que la solidaridad debe ser voluntaria, que debe provenir del
corazón, que no puede ser forzada. Tendemos a mostrarnos solidarios de forma
más espontánea cuando nos enfrentamos a situaciones de emergencia. Cuando se
estaban quemando los montes portugueses, los aviones italianos sofocaron las
llamas. Cuando las inundaciones cortaron el suministro eléctrico en Rumanía,
los generadores suecos volvieron a encender las luces. Cuando miles de refugiados
llegaron a las costas griegas, las tiendas de campaña eslovacas les dieron
cobijo. Con ese mismo espíritu, la
Comisión propone hoy establecer un Cuerpo Europeo de
Solidaridad. Los jóvenes de toda la
UE podrán realizar labores de voluntariado donde más se
necesita su ayuda, a fin de responder a las situaciones de crisis, como la
crisis de los refugiados o los recientes terremotos de Italia. Me gustaría que
el Cuerpo Europeo de Solidaridad comenzase a funcionar a finales de este año. Y
que en 2020 ya participen 100.000 los jóvenes europeos. Al incorporarse
voluntariamente a este Cuerpo Europeo de Solidaridad, estos jóvenes podrán
desarrollar sus capacidades y conseguir no solo un trabajo, sino también una
experiencia humana inestimable.
Una Europa que
vele por la seguridad. Una Europa que protege a sus ciudadanos es una Europa
que vela por su seguridad, interior y exterior. Tenemos que defendernos del
terrorismo. Desde los atentados de Madrid de 2004, se han producido más de 30
atentados terroristas en Europa, 14 de ellos solamente en el último año. Más de
600 personas inocentes han muerto en ciudades como París, Bruselas, Niza o
Ansbach. Del mismo modo que hemos permanecido unidos en el dolor, debemos
permanecer unidos en nuestra respuesta. Los actos de barbarie del pasado año
han demostrado una vez más qué es lo que defendemos: el modo de vida europeo.
Ante lo peor de la humanidad, debemos mantenernos fieles a nuestros valores, a
nosotros mismos. Y lo que somos se resume en sociedades democráticas, plurales,
abiertas y tolerantes. Pero la tolerancia no puede suponer un menoscabo para
nuestra seguridad. Esta es la razón por la que mi Comisión ha dado prioridad a
la seguridad desde el primer día, persiguiendo penalmente el terrorismo y a los
combatientes extranjeros en toda la
UE , adoptando severas medidas contra la utilización de armas
de fuego y contra la financiación del terrorismo, cooperando con empresas de
Internet para acabar con la propaganda terrorista en línea y combatiendo la
radicalización en las escuelas y prisiones europeas. Pero es necesario ir más
allá. Debemos saber quién cruza nuestras fronteras. Por este motivo,
defenderemos nuestras fronteras con la nueva Guardia Europea de Fronteras y
Costas, que está siendo formalizada por el Parlamento y el Consejo, tan solo
nueve meses después de que la
Comisión la propusiese. Frontex ya tiene más de 600 agentes
sobre el terreno en la frontera griega con Turquía y más de 100 en Bulgaria.
Ahora, las instituciones de la UE
y los Estados miembros deben colaborar de forma muy estrecha para poner en
marcha rápidamente la nueva Agencia. Mi intención es que se desplieguen 200
guardias fronterizos y 50 vehículos más en las fronteras exteriores de Bulgaria
a partir de octubre. También defenderemos nuestras fronteras con controles
estrictos de todo el que las cruce, que se adoptarán antes de finales de año.
Cada vez que alguien entre en la UE
o salga de ella, quedará registrado cuándo, dónde y por qué. A más tardar en
noviembre, propondremos un Sistema Europeo de Información de Viajeros, un
sistema automatizado para determinar quién está autorizado a viajar a Europa.
De esta manera, sabremos quién viaja a Europa, incluso antes de llegue aquí. Y
todos necesitamos esa información. ¿Cuántas veces hemos escuchado a lo largo de
los últimos meses que existía información en la base de datos de un país, pero
que nunca fue transmitida a la autoridad de otro país, lo que podría haber sido
decisivo? La seguridad de las fronteras también implica que hay que dar
prioridad al intercambio de información y de datos de inteligencia. Para ello,
reforzaremos Europol, la
Agencia Europea de apoyo a los cuerpos y fuerzas de seguridad
nacionales, proporcionándole un mejor acceso a las bases de datos y a más
recursos. Una unidad de lucha contra el terrorismo que cuenta actualmente con
60 efectivos no puede proporcionar el apoyo ininterrumpido necesario.
Una Europa que
protege su seguridad también defiende nuestros intereses más allá de nuestras
fronteras. La realidad es simple: el mundo es cada vez mayor, y nosotros somos
cada vez más pequeños. Actualmente, los europeos representamos el 8 % de la
población mundial, pero en 2050 solo representaremos el 5 %. Para entonces, no
habrá un solo país de la UE
entre las principales economías del mundo. ¿Pero y la UE en su conjunto? Seguiremos
en lo más alto de la clasificación. A nuestros enemigos les gustaría que nos
fragmentásemos. Nuestros competidores saldrían beneficiados con nuestra
división. Solo unidos somos y seguiremos siendo una potencia con la que es
necesario contar. Y sin embargo, a pesar de que Europa se enorgullece de su
poder simbólico de alcance mundial, no debemos ser ingenuos. El poder simbólico
no es suficiente en nuestro entorno cada vez más peligroso. Tomemos como
ejemplo la encarnizada lucha que está teniendo lugar en Siria. Sus
consecuencias para Europa son inmediatas. Los
terroristas entrenados en los campos del Daesh llevan a cabo atentados en
nuestras ciudades. ¿Dónde están la Unión y sus Estados miembros en la negociación para llegar a un acuerdo? Federica
Mogherini, alta representante y vicepresidenta de mi Comisión, está realizando
una excelente labor. Pero debe convertirse en nuestra Ministra Europea de
Asuntos Exteriores, gracias a la cual todos los cuerpos diplomáticos europeos,
de países grandes y pequeños por igual, aúnen sus fuerzas para conseguir
influencia en las negociaciones internacionales. Esta es la razón por la que
pido hoy una Estrategia Europea para Siria. Federica debe contar con un puesto
en la mesa en la que se debata el futuro de Siria, de manera que Europa pueda
ayudar a reconstruir una nación siria en paz y una sociedad civil plural y
tolerante en Siria. Europa debe adoptar una postura más firme, especialmente en
lo relativo a nuestra política de defensa. Europa ya no puede sustentarse en la
fuerza militar de otros o dejar que Francia defienda por sí sola su honor en
Mali. Tenemos que asumir la responsabilidad de proteger nuestros intereses y el
modo de vida europeo. A lo largo de la última década, hemos participado en más
de 30 misiones civiles y militares de la
UE , desde África hasta Afganistán. Pero sin una estructura
permanente no podemos actuar de manera eficaz, ya que esto implica que se
retrasen las operaciones urgentes. Tenemos sedes de operaciones distintas para
misiones paralelas, aun cuando se llevan a cabo en el mismo país o ciudad. Es
hora de tener una única sede para estas operaciones. También debemos avanzar en
la puesta en común de medios militares, en algunos casos propiedad de la UE. Y , por supuesto, en
plena complementariedad con la
OTAN. El argumento económico es claro: la falta de
cooperación en materia de defensa cuesta a Europa entre 25.000 y 100.000
millones de euros al año, según la materia. Podríamos utilizar ese dinero para
otras muchas cosas. Podemos lograrlo. Estamos creando una flota multinacional
de aviones cisterna. Reproduzcamos este ejemplo. Para que la estrategia de
defensa europea sea sólida, la industria de defensa europea debe innovar. Por
este motivo, vamos a proponer antes de finales de año un Fondo Europeo de
Defensa, a fin de potenciar la investigación y la innovación. El Tratado de
Lisboa permite a aquellos Estados miembros que lo deseen poner en común sus
capacidades de defensa en forma de una cooperación estructurada permanente.
Creo que ha llegado el momento de hacer uso de esta posibilidad. Espero que la
reunión de los 27 en Bratislava dentro de unos días sea el primer paso político
en esta dirección. Porque solo trabajando juntos, Europa será capaz de
defenderse tanto en el interior como en el exterior.
Una Comisión
política es la que escucha al Parlamento Europeo, escucha a todos los Estados
miembros y escucha a la gente. Y es el hecho de escuchar lo que nos ha llevado
a retirar 100 propuestas en nuestros primeros dos años de mandato, a presentar
un 80 % menos de iniciativas que durante los últimos cinco años y a llevar a
cabo una profunda revisión de toda la legislación vigente. Porque solo
centrándonos en aquellos ámbitos en los que Europa puede aportar un valor
añadido real y lograr resultados, podremos hacer de Europa un lugar mejor y más
fiable. Ser político también significa corregir errores tecnocráticos
inmediatamente cuando se producen. La Comisión , el Parlamento y el Consejo han decidido
conjuntamente suprimir las tarifas de itinerancia de la telefonía móvil. Es una
promesa que cumpliremos. No solo para los viajeros de negocios que se desplazan
al extranjero durante dos días. No solo para el turista que pasa dos semanas de
vacaciones al sol. Sino también para los trabajadores transfronterizos. Y para
los millones de estudiantes Erasmus que cursan sus estudios en el extranjero
durante uno o dos cuatrimestres. Es por ello que he retirado un proyecto que un
funcionario bienintencionado elaboró durante el verano. El proyecto era
correcto desde el punto de vista técnico, pero no se ajustaba a lo prometido. A
partir de la semana que viene, dispondremos de un nuevo proyecto mejorado.
Cuando se llama en itinerancia, las condiciones deben ser las mismas que en el
país de origen. Ser político es también lo que nos permite aplicar el Pacto de
Estabilidad y Crecimiento con sentido común. La creación del Pacto se vio
influida por la teoría. Su aplicación se ha convertido en una doctrina para
muchos. Y, hoy por hoy, el Pacto es un dogma para algunos. En teoría, deberían
aplicarse sanciones si se sobrepasa una simple décima el 60 por ciento de la
deuda de un país. Pero, en realidad, hay que examinar las razones de la deuda.
Debemos tratar de apoyar y no castigar los esfuerzos de reforma que se están realizando.
Para ello, necesitamos políticos responsables. Y seguiremos aplicando el Pacto
de forma no dogmática, sino con sentido común y con la flexibilidad que
acertadamente introdujimos en las normas.
Por último,
asumir responsabilidades también significa responder ante nuestros votantes.
Por esta razón, propondremos modificar la norma absurda de que los Comisarios
deben dimitir de sus funciones cuando desean concurrir a las elecciones
europeas. La Canciller
alemana o el Primer Ministro checo, danés o estonio no dejan sus puestos cuando
concurren a la reelección, y por tanto, tampoco deberían estar obligados a
hacerlo los Comisarios. Si queremos una Comisión que responda a las necesidades
del mundo real, deberíamos animar a los Comisarios a acudir a la necesaria cita
con la democracia, y no impedírselo.
CONCLUSIÓN
Señorías: Soy tan joven como el proyecto europeo, que cumplirá 60 años el
próximo mes de marzo. Lo he vivido y he trabajado por él toda mi vida. Mi padre
creía en Europa, porque creía en la estabilidad, los derechos de los
trabajadores y el progreso social. Porque entendía muy bien que la paz en
Europa era algo precioso, y frágil. Yo creo en Europa porque mi padre me
transmitió esos mismos valores. ¿Pero qué les estamos transmitiendo a nuestros
hijos actualmente? ¿Qué heredarán de nosotros? ¿Una Unión que se deshilacha en
desunión? ¿Una Unión que ha olvidado su pasado y que no tiene visión de futuro?
Nuestros hijos merecen algo mejor. Merecen una Europa que proteja su estilo de
vida. Merecen una Europa que los empodere y vele por su seguridad. Merecen una
Europa que los proteja. Ha llegado el momento de que nosotros, las
instituciones, los gobiernos, los ciudadanos, asumamos, todos, la
responsabilidad de construir esa Europa. Juntos.