El año pasado se recordó el 30
aniversario del ingreso de España y Portugal en el entonces Mercado Común
Europeo con múltiples y variadas actividades y eventos, aunque quizá no tantas
como cabría esperar de tan importante y transcendental efeméride, pero las
llevadas a cabo lógicamente se han centrado en recordar que ha significado este
hecho histórico para nuestro país, no obstante, sería imperdonable no recordar
que no fuimos los únicos en sumarnos al proyecto europeo, sino que lo hicimos
acompañados de una “nación hermana”, podríamos decir, a la que injustamente no
siempre tenemos en cuenta.
Portugal, tan
cerca y a la vez tan desconocido para el español medio, es más lo que nos une y
los que nos asemeja a españoles y portugueses que los que nos separa. Los que
trabajamos en ámbitos europeos vemos como muchas veces a los “compañeros” de
Portugal les consideramos más cercanos que a los de otros países de Europa, y
cuando en nuestro Centro de Información decidimos dedicar algunos artículos y
noticias a la integración de Portugal en la Unión Europea , como el
presente, enseguida contamos con la inestimable ayuda y el entusiasmo de los
centros de Europa Directo de este país vecino, con un agradecimiento mutuo,
nosotros por la información recibida sobre este tema, y ellos por ver como nos
acordábamos de ellos en España a la hora de conmemorar este 30 aniversario.
Al
igual que España, los contactos entre Portugal y la entonces Comunidad Europea
se dieron lógicamente de forma previa a la integración. Ambos países ibéricos
cuentan con paralelismos en su evolución histórica. Los dos iniciaron el siglo
XX como monarquías constitucionales sustituidas enseguida por regímenes
republicanos, en el caso luso con más de dos décadas de ventaja. Ambas
repúblicas fracasaron en la década de los 30 imponiéndose dictaduras
autoritarias y de extrema derecha en las dos naciones, en el caso español más
traumático aún si cabe pues fue a través de una guerra civil y una dura
posguerra caracterizada por la represión sobre los vencidos, mientras que en
Portugal, no es que no se diera represión, pero el hecho de que el llamado
Estado Novo se impusiera en 1926
a través de un golpe de Estado militar y no de una
contienda armada, mitigó los efectos sobre la oposición. Ambos regímenes
finalizan a mediados de los 70, una vez más Portugal es más precoz que España,
aunque solo por un año: en 1974 se produjo en el país vecino la llamada
“Revolución de los Claveles”, preludio de nuestra transición política.
En 1986, hace
justo ahora poco más de un año, España y Portugal se convertían finalmente en los
miembros undécimo y vigésimo del proyecto comunitario, hasta entonces compuesto
por 10 Estados. El entonces Primer Ministro portugués, Mario Soares, definió
este proceso como “el único camino con el que Portugal se desarrollaría”, y de
hecho, a partir de entonces las transformaciones y la modernización se dieron en
todos los ámbitos: en el social, económico, político, y cultural. En cierta
entrevista a los medios Soares afirmaba que no había comparación entre el
Portugal de 1986, con zonas rurales donde no existía aún ni la red de
canalización de agua potable, y el moderno y democrático Portugal que conocemos
hoy en día. Este proceso ha contribuido además a unir aún más a ambos países
ibéricos, hoy no existen fronteras con lo que esto significa para el
acercamiento y el conocimiento mutuo, la cooperación y el progreso entre los
dos países.
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